INSTRUCCIONES PARA SENTIRSE UN DELICUENTE SIN INFRINGIR LA LEY.
Debe hacerse de madrugada, y a ser posible en una callejuela desierta, húmeda, meada. No es difícil, cualquiera del centro vale. Para hacerlo bien y en esto ha de ser uno muy estricto, hay que estar sólo, nada de compañías. Busque un cajero y acorrálelo. Brazos abiertos, piernas separadas. La actitud es lo importante. Manifieste su ansiedad hasta que las manos le tiemblen, es el momento de sacar la tarjeta, intimide con ella al cajero, hágasela tragar*. Mientras espera comunicación, sobresáltese con ganas por cualquier cosa. El rodar ocasional de una lata de cerveza, el arrastrar de unos zapatos borrachos, o el bandear de una bolsa izada en lo más alto de una farola. Inmediatamente después, mire con ansiedad al cajero y hágale saber sin rodeos lo que desea. Golpéelo si es necesario. Golpéelo de nuevo, hasta que su odio se vuelva entusiasmo. Es justo el momento de un mirar vertiginoso hacia los lados. Cerciórese de que sigue sólo y amenàcelo por ùltima vez. Para ello volteé con ímpetu la mano derecha, de tal modo que la palma quede hacia fuera, y pueda mover los dedos con dinamismo. Continúe haciéndolo más rápido. Atosíguele, acósele, métale prisa, y murmure sin que se le entienda. No se deje intimidar por sus gemidos y lamentos, recuerde, para usted no es una persona. Finalmente el cajero se rendirá y le ofrecerá lo que pide sin resistencia. Disfrute de su bajeza. Cójalo todo y lárguese. Actúe con normalidad. Trate de olvidar. Mézclese con la gente. Piérdase.
* si se resiste abandone, no hay nada más aburrido que un cajero sin sentido del humor.
La mosquita
volando de lao.
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