DUDAS A LAS 8.25 AM
Enterrada bajo las sábanas, se preguntaba, si le apetecería un poquito de sexo al despertar.
pero no sabía si él - hasta ahora sólo un nombre, una marca de cerveza y el título de una novela que descansaba en su mesilla- se animaría.
Temía que tal vez un hacerse el dormido, un bufido o el “quita coño” de ojos rojos y mañana de malos humos.
O lo mismo un darse la vuelta con párpados hasta los pies buscando una franja más fresca en la almohada.
Pero esas ganas y el calor y el morderse el labio mirando al techo. Ese morderse el labio, el calor y esas ganas, malditas ganas mirando al techo.
Aceptó el reto
Respiró profundo y trato de abrirse paso entre sus piernas.
Un soplo de pie.
muslo luego rodilla, atracar en el tobillo.
Manos piano, concierto en su espalda, peine ansioso de cinco dedos que sin saber como termina enredándose en su pelo.
Y el sudor salvador y el aliento y esos labios que ahora muerden los suyos. Jadeo somnoliento.
Primer escalofrío. Segundo. Tercero.
Y un besar sin alma y todo cuerpo.
Me gusta más adormecido.
No abre ojos, yo tampoco.
Sin oponer resistencia me deja entrar en sus sueños mientras arqueamos los cuerpos. Y jadeamos sin saber quienes somos. Porque alrededor sombras de niños y un mar inmenso y un montón de hormigas, y un reloj de pared sin agujas ni horas ni pared, sólo el puro deseo y la música de “carretera perdida” que cada vez más eco y menos música y menos noche y más nosotros. Sólo dos nombres, latas de cerveza y un libro descansando en su mesilla.
La mosquita.
Tratando de romper las reglas. Toda primavera. Aissss madre estas alitas que quieren volar todo el día. Ji.
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