martes, abril 12, 2005

El SOFÁ

Llegó algo tarde a la cita, digamos que un cuarto de hora. Se había entretenido tomando una copa de vino en casa, -tinto para más señas- nunca había sabido por qué, pero se solía sentir más atractiva si lograba beber algo antes de salir de casa. Cogió su chaqueta verde, chss, chss un poquito de colonia cayendo por el escote y sus llaves. Caminó con paso firme, impulsada por el pegadizo tin tin de las cinco cervezas que brincaban en el fondo de la bolsa. Pensaba emborracharse. Sí, eso le pareció una buena idea. Así que cuando le vio aparecer en el dintel de la puerta haciéndose un porro, supo que esta vez iban a entenderse. Dos besos tranquilos y al sofá. Luego palabrerío y alcohol. Después más palabrerío y alcohol. Más tarde palabrerío y alcohol. A continuación sólo palabrerío. Y ella pensando “venga, bésale ya” Y él con ojos de “venga, bésala ya” Pero como ninguno atrevido, pues entre los dos se instaló el silencio habitual. Veinte segundos, treinta, cuarenta, incluso más. Y claro, como no supieron muy bien que hacer con él, hala! el silencio se repantigó a sus anchas. Y así sin decir ni mu que si los pies en sus rodillas, que si la cabeza en mis hombros, que mejor si os apartáis que quiero echarme un rato, que un poquito de agua no estaría mal. Y ella pensó que hasta ahí podíamos llegar, que ya estaba bien, que no había venido sólo a charlar, que tres eran muchos para un sofá, así que de una patada largó al silencio comodón, y le besó. Él cooperó. Y así comiéndose ansiosos dejaron que les liara la noche.

La mosquita
volando voy, volando vengo. sin miedo al silencio. zzz

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