lunes, junio 20, 2005

gazpacho de cerezas y flamenkito en la mesa.

Y la noche me sorprende mientras charlo con mi compi de piso sobre el querer que te quieran, y el no hay manera. Le digo que se me hace tarde, pongo flamenkito y me someto a una ducha fría. Falda, colorete y cacao. Portazo y en la calle.
Jou qué luna y llego tarde. Ando deprisa por las calles, y ni aún así el viento me da en la cara. Una chancla luego la otra, un par de farolas, y un agosto asfixiante en mi escote.
Llego y no está, juego a encontrarle por las calles. Voy tranquila, algo fumada, mejor, así me costará menos ser amable. Tres caderazos y le veo al final de la calle. Ningún beso, claro. Buscamos a su amigo que espera en el metro. Mientras llegamos me regala una historia nueva. mola. Le sonrío como siempre. El protagonista es capaz de adivinar el futuro cuenta, jum, a mí sólo me interesa el presente, pero él no se entera.

Por fin en Taberneros, no queremos vino, hoy toca agua, pero no paramos de pedir cosas. Nos encanta este sitio. Estamos tranquilos e iniciamos conversación: pero qué rico que está todo, un día de estos al buli, yo nunca cocino en casa, pues yo hago unas empanadillas de gulas, pues mi fiesta de disfraces fue chulísima, pues nada comparado con una manguera de bombero en plena cara , y el otro que si éste, su mejor fin de semana, el mío no, curioso que hablemos del mismo fin de semana y que además lo hayamos pasado juntos. lo que yo digo dos mundos.
Comemos. más alabanzas al menú, algunos silencios agradables y otros menos. Entran cuatro tipos con melena. Lo veo por encima de su hombro. Cantaores pienso. Lo comento en la mesa y siembro la duda, les veo charlar con el camarero y en un segundo al lado nuestro. Y claro, de repente, todo el bar huele a flamenco. Y escuchamos lo que dicen pero no acertamos a saber quienes son, mientras lo hacemos, cada uno en su mundo, mirando a ninguna parte, con nuestro off particular, ¿qué si pudiera tener superpoderes? Pediría inmunidad absoluta, que nadie me hiciera daño, contesto.
De repente el ceceo de al lado nos impulsa a sonsacar al camarero, nos guiña un ojo, es Vicente amigo, dice. Jum qué suerte. Giramos cabezas como tres tontos, y le preguntamos cuando le toca a madrí un concierto. Nos dice que aún no, pero que le encantaría porque, “donde voy echo raíses no puedo evitálo”. Los tres nos miramos, estaría genial que tocasen. Sí. Seguimos cenando, ahora codillo confitado. Insisten pero no lo pruebo. De repente los flamencos beben vino, y otra botella y otra. Y seguimos charlando de cosas tontas, y pum de repente, nos quedamos a solas con ellos. Ninguna mesa más que la suya y la nuestra.
Y los dedos de Vicente amigo que golpean la mesa y que se arranca, y el bailaor guapísimo tó de blanco le acompaña. Y el de los dedos hormiga, que lo mismo acaricia, golpea o ataca. ¡Vamonó!. Todo vale, la caja de vino que ahora es cajón, y el suelo tablao, y los tres mirándose, fijamente, todo ojos y cante y manos y suspiro final por seguir juntos en cada estrofa, ahahahahahaah, me recuerda al sexo. Y un par de firmas en la bodega “aquí ciego”, y letras que hablan de estar borracho de amor y otras letras. Y yo en el cielo claro, porque hace un rato lo habíamos pedido y ahora sólo para nosotros, por eso dejamos el agua y pedimos un vino para no tener que marcharnos, dulce sí, lo que sea.
Y copa en alto y riquísimo y encima el camarero nos invita, porque él también da palmas. Y risas contagiosas y felicidad absoluta, con sonrisa sandía de la que no te acuestas. Y al final besos y abrazos y gracias. Sí, señor, porque me hicieron reírme a carcajadas y olvidarme que todo era triste alrededor.
Ji. Listos para afrontar la semana. Sip


LA mosquita. Feliz por que por fin algún deseo concedido, el primero. Con ganitas de recorrer medio mundo, viviendo la vida intensa, la mía, completamente sola. Ji un besito de lunes

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