NADIE LE ECHÓ DE MENOS
Una vez conocí a un tipo tímido, uno de esos abrigos debajo de una bufanda, debajo de una barba debajo de unas gafas, debajo de unos casi ojos, que casi miraban, que casi decían.
Tan tímido que incapaz de abrazar en los portales, ni que reír en la cama, ni que besar primero, ni que desearlo todo, ni que nada, y así entre tardes y cigarrillos, la muerte.
Pero tan tímido que no se atrevió a decírselo a nadie, y nadie le echó de menos, y su cuerpo sigue ocupando el hueco de los días, pero apesta.
La mosquita
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