NO RECONOZCO YA NINGÚN ÁRBOL
Últimamente tengo pesadillas de esas que duran semanas, con el sol casi acostado, y las luces motel en cada esquina, me sorprenden corriendo por las callejuelas del centro, sorteando sin destreza a gigantes y cabezudos, a niños púa, a ratas mecánicas con voz de hipermercado, a familias de renos pastando en cada esquina, a monstruos con bolsas del día, hasta Mickeys trasnochados vendiendo patatas fritas, y claro me muero del miedo, porque no reconozco ningún árbol ni bajo mis pies las baldosas amarillas, y me deslizo como puedo por las alcantarillas, porque allí abajo también ratones, pero de los que lo serán toda la vida, y charlo con ellos hasta que comparece enero, y sólo entonces, me atrevo a salir por el desagüe de mi cocina, sola y mojada sí, pero feliz porque la primavera me seca en dos días.
La mosquita
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