ANTES DE LA ÚLTIMA NOCHE
Se dió cuenta de que no podía vivir sin sexo, y que antes de la última noche, que antes de los gusanos, que antes de todos de negro menos ella, tenía que aprender a mordisquear de mil modos, de saborear con las pestañas, de olisquear los rincones del alma siendo todo ojos y pelo y sábanas y que reír de placer hasta volverse del revés y que el otro completamente loco, y los dos desquiciados o tal vez los tres, o los cuatro o los diez. Que a partir de ahora, un sin fin de trenes, que a Soria, a Pekin, a Paris, que caminar sobre las aguas, que un revolverse contra las algas y después quien sabe si un echarse a volar. Y es que ahora que sabe lo que no sabe, no puede parar.
La mosquita.
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