LA BARAJA
Hoy ha sido po. Dice que se encontró una baraja española descansando en el cajón de la cómoda de un albergue en Berlín. Jugaron con ella toda la noche, jum
Pienso en la baraja. Me pregunto:
Si tendría la espalda roja, vino o azul.
Quién fue el último que la cortó.
Cuanto tiempo llevaría deseando ser manoseada.
Quizá tres meses, o quizá desde el último verano, quién sabe si desde que aquél viajero uruguayo construía con filosofía el castillo de naipes que una y otra vez, junto a su zumo de pomelo, rascándose los pies.
O tal vez no hubo siquiera oportunidad de roce cuando aquel matrimonio de Reus lo utilizó para calzar el molesto tin, tin de la mesa que tanto incomodaba al leer la guía.
O lo mismo las cincuenta y dos cartas volaron sin más, por culpa de unas manos patosas, o amantes o las de un niño antojadizo.
Me pregunto quién lo perdió todo enterrado bajo el humo de cigarros tramposos.
O quién ganó
O quién la ocultó avergonzado en el cajón, porque no era capaz de fascinar con más trucos.
Aunque bien pensado, probablemente sólo se tratara de uno de los muchos detalles que tenía Andrés, el anterior dueño del albergue berlinés. Lo había imitado de varios hoteles de Nueva York. Entonces ponían biblias para lectores compulsivos. Nunca le gustó leer, pero le encantaba el casino. Una baraja, pensó, distrae mucho más que cualquier carta a los corintios.
La mosquita. Inspirada por po y con ganas de viajar. Madre que sol. Brrrr las alitas, no paro de mover las alitas. Y claro, de paso agarro a j(ulián) por las patitas, para que él hoy, también vuele un poquito.
mejor? no? pues toma beso muazzz...
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