martes, enero 25, 2005

VISITE NUESTRO BAR

Supongo que era necesario, supongo que los dos sabían que debían darse una tregua, un visite nuestro bar, un bajar la ventanilla, un me salgo a fumar, lo mismo sólo tres pitadas, o dos, o quizás una sola y ya está. Sin embargo ninguno nada, sólo silencio, y todo eso a pesar de la certeza de que ya no. Que ninguna película doblada de esas con las que se morían de risa gracias a los otros coches, que uno tras otro en los atascos. Ni con ganas de aprovechar los finales de frases que se encontraban de pronto por las calles, ni besos en cada buzón amarillo, ni un precipitarse ya bajo los paragüas ajenos cada vez que llovía, ahora ella, su capucha y él, su chubasquero, ya ni contar gatos negros ni blancos, ni nada nuevo, por eso ella se miraba los zapatos y él, bueno él ya no sabía donde mirar porque todo le recordaba a ella, y le pesaba. Pero como ninguno se atrevía y los dos dudaban, pues ninguno nada, sólo silencio. Ahora cada vez que les veo cruzar la calle, les evito, ya no me apetece saludarles porque allí donde están, el aire se hace plomizo y áspero y de repente todo sabe a carne agria.

La mosquita.
toda cuentos.


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