jueves, octubre 27, 2005

EN MITÁ DE UNA PLAZA SIN NOMBRE

No era una mujer
era un montón de arrugas,
un abrigo rojo,
dos párpados hinchados,
una sonrisa hacia abajo,
la cara triste del teatro;
un homenaje a la tristeza si quieres,
pero no era una mujer
que va,
era una mancha de vino seca, en un banco de piedra
en mitad de una plaza sin nombre.

La mosquita. traduciendo lo que ve cuando sale a caballo. Con las antenas estiradas para que cuando viaje por las calles, casi cine.

viernes, octubre 14, 2005

VIVIR EN LA CIUDAD ( Parte II )

Lo que más me desesperaba del asunto, es que no estaba solo...
Muchos otros, llevaban intentándolo durante años. Y esto reducía mis posibilidades.
En un principio, la gente trató de ofertarse en periódicos clandestinos para ser asesinada. Se presentaba con seudónimo o utilizaban mensajes en clave. Algunos solicitaban ser secuestrados. Prometían una convivencia tranquila, siempre y cuando les matasen sin razón alguna. Tampoco funcionó. Nadie se arriesgaba a ejecutar estos deseos, porque la mayoría deseaban ser víctima y no verdugo. Después, se les ocurrió lo del contagio. Así que era posible ver a centenares de personas bebiendo de los deshechos fecales, comiendo basura de los descampados, fornicando como locos a plena luz del día, o asaltando hospitales para inocularse cualquier virus y poder así morir contagiados. El número de suicidas llego a ser tan elevado que se destinó un comando policial a tal efecto. La razón, protegerles de sí mismos. A muchos, las pequeñas sesiones de tortura les hicieron desistir, otros fueron ingresados en instituciones mentales, sólo unos pocos logramos escapar. Aunque prácticamente pasábamos la mayoría del tiempo encerrados en casa, pensando como burlar los controles. De noche, cuando la situación lo permitía salíamos en busca de un verdugo. Increpábamos para ser apaleados hasta la muerte, aprovechábamos la fogosidad de una borrachera, o provocábamos a otros para ser robados con violencia, cualquier cosa valía. Lo único que pedíamos entre sollozos es que nos quitaran la vida allí mismo. Que ya había sido suficiente, que nos rendíamos. Que dejaran que sus manos se confundieran con las de la noche, y así, entre los dos nos arrebatasen la vida. Cerrar los ojos. Descansar para siempre en la noche de todos los tiempos. Pero nunca ocurría nada. Sólo las miradas indiferentes y las carcajadas de los que nos consideraban ciudadanos de segunda clase, una anécdota más, supongo, que comentar al llegar a casa
.

Han pasado tres años y sigo aquí.
Solo, con mi infinita tristeza.
Y nunca pasa nada.


La mosquita.

martes, octubre 11, 2005

VIVIR EN LA CIUDAD ( Parte I)

Lo había intentado prácticamente todo, pero aquella maldita ciudad se resistía a complacerme.

El gas que escupían las cocinas no era contaminante.
No se podía construir ningún edificio de más de tres plantas.
Las cuchillas o cualquier otro elemento punzante, habían sido declarados objetos de tortura por la comisión de derechos del ciudadano universal.
Las pastillas para dormir, tenían un dispositivo para hacer vomitar a aquel que ingeriese más de tres pildoras de una sola vez.
Los coches, eran eléctricos y no contaminantes. Además contaban con un mecanismo de seguridad que detenía progresivamente el coche si el conductor estaba ebrio o se encontraba con cualquier obstáculo.
Los pozos fueron tapiados
Los ríos sellados.
Y el mar constantemente vigiliado por las patrullas submarinas y la comisaria acuática central.
La gasolina y el alcohol alcanzaron precios desorbitados y sólo podían venderse bajo prescripción médica. Y esto raramente sucedía.


Lo que más me desesperaba del asunto, es que no estaba solo

(CONTINUARÁ...)

LA mosquita
otra vez con sus cuentitos. Prometo publicar la segunda parte mañana.
besitos en vuelo y un un poquito de franz fernidand para este martes que parece viernes.

martes, octubre 04, 2005

LO QUE NO PASÖ

Ya que la boda no fue nada convencional, he creído que este post tampoco debía serlo. Así que voy a tratar de contar todo lo que no pasó.

No nos matamos en el viaje a Zugarramurdi, a pesar de las muchas oportunidades que nos concedió la lluvia, la niebla, el granizo, el sueño y la carretera llenita de curvas que una y otra vez.

Nadie lloró en la ceremonia, a pesar de las muchas oportunidades que nos concedieron los amigos de los novios, cantando, bailando y recitando monólogos sexuales sobre cómo se conocieron.

No logré estar sobria, a pesar de..., a pesar de nada, qué demonios, no logré estar sobria durante las cuarenta y ocho horas que por lo visto completan un fin de semana.

No pude evitar arrojarme a mi misma dos copas de vino y el vino, no pudo evitar extenderse por todo el traje y el traje no pudo evitar aferrarse a la mancha y la mancha no puedo evitar quedarse a vivir allí porque era el traje más maravilloso que había conocido.

No me agarré con suficiente fuerza a la barra así que, no conseguí zafarme de los cuatro alcoholicos que me empujaban hacia la pista, así que no fui capaz de dejar de bailar la conga.

No encontré la casa perdida en las montañas ni a la primera, ni a la segunda, ni a la tercera. No me perdí a la vigesimotercera, cuando me acompañó la luz del día.

No tuvimos que compartir camas. No eramos seis. No cogí el ramo.

La mosquita
En estado de shok por los colores de navarra, por las risas que nos echamos, por haber conocido al rubio de plastic ( que ahora es el jefe de gestmusic) por comer castañas ricas recién caidas de los árboles, por que ligó a pesar de todas sus circunstancias, y porque aún no se explica como se despertó en francia.
cientos de aleteos con olor a campito y a sol gigante. zzzz










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