jueves, diciembre 23, 2004

OPCIONES

Se preguntaba cuál elegiría. Por un momento pensó en escoger patada pero demasiado hostil, y hueco y que tal vez en otro momento pero que ahora era todo menos brío. Después pensó que silencio y expectativa pero aquello sólo era contar los días, y después los meses y un soñar coincidencias como el primer día y la muerte con perspectivas que es de todas la peor muerte. Otra la pared, pero las cuatro y el traje blanco y la saliva y ningún ring ni round sólo red, pero del que pinta y duele. Y por último la palabra, la que nunca ha habido, la que salva el cuello, la que ordena y desordena, la que abre los ojos porque ya cerrados, la que atraviesa la carne y luego abandona, libre porque ya es un no poder más y como dice un amigo, lo peor es que todo una tontería, y se debatía porque aún orgullo y ganas de no caer ni querer más chicles en el pelo, pero tenía que elegir antes de acabar con todo, antes que el alma a los pies, antes de que sólo pies y uñas y tierra y noche, y entonces ya ni palabra, ni silencio ni pared, ni muerte. Sólo el negro, la madera y el frío.

La mosquita

miércoles, diciembre 22, 2004

Y SERÁ UN MARTES CUALQUIERA


Y pienso que será un martes cualquiera, pero sin querer la noche me arrastra de los pelos y me veo rodeada de sonrisas barca, y pies que a ratos el cielo, y dedos que arrancan lágrimas negras, y escalofríos que por todo el cuerpo, mientras dejo que los acordes vayan tapando los surcos del día, y me doy cuenta de que adiós a la fatiga de las horas muermo, que aquí dejo los líos de la oficina, que ya está bien de tanto lamento, que menos metro, que fuera espejos, que grito y melena, que amigos, que menudo concierto, que todo humo y sueño, que menos mal, que ya hacía tiempo.

La mosquita.
A mojo.

martes, diciembre 21, 2004

El SUEÑO INSOMNE

Y mientras dormía, soñaba siempre que no dormía, que tirada en la cama boca arriba, que en lugar del techo otro techo, que en lugar del suelo otro suelo, a veces ni suelo, ni pantuflas, ni restos de colillas, bajo la cama sólo una telaraña de hedor y el vacío, y las horas melaza que despacio accedían, y la madrugada tenía otro idioma, pero al fin y al cabo madrugada de ojos abiertos y de sudor cosido a la almohada, y sin lugar a dudas era ella, pero no se reconocía, claro porque era ella pero soñaba, soñaba que no dormía.

La mosquita



lunes, diciembre 20, 2004

EL INVIERNO SIEMPRE FRÍO

Y el domingo antes de que dieran las tres, averiguó que por mucho que tratara de creer que las calles, laberintos, que su casa un palacio,que cada portal un juego, que cada ascensor el cielo, que con cada gesto, siempre concierto, carcajada y escalofrío, que no hombre que no, que no todos iguales,antes incluso de convencerse de que ya domingo, supo que no, que al final el mar siempre azul, el pan siempre blanco, y el invierno siempre frío.
La mosquita.

jueves, diciembre 16, 2004

NO RECONOZCO YA NINGÚN ÁRBOL

Últimamente tengo pesadillas de esas que duran semanas, con el sol casi acostado, y las luces motel en cada esquina, me sorprenden corriendo por las callejuelas del centro, sorteando sin destreza a gigantes y cabezudos, a niños púa, a ratas mecánicas con voz de hipermercado, a familias de renos pastando en cada esquina, a monstruos con bolsas del día, hasta Mickeys trasnochados vendiendo patatas fritas, y claro me muero del miedo, porque no reconozco ningún árbol ni bajo mis pies las baldosas amarillas, y me deslizo como puedo por las alcantarillas, porque allí abajo también ratones, pero de los que lo serán toda la vida, y charlo con ellos hasta que comparece enero, y sólo entonces, me atrevo a salir por el desagüe de mi cocina, sola y mojada sí, pero feliz porque la primavera me seca en dos días.

La mosquita


lunes, diciembre 13, 2004

YA VES


Siempre quise ser bailarina, para no tener que poner nunca los pies en el suelo.

La mosquita.

viernes, diciembre 10, 2004

SÓLO UN DÍA MÁS.


A pesar de ser mi cumpleaños, creo que era mi cumpleaños, me levanté a las seis de la mañana como siempre, me desperté con una oreja en la almohada y otra en el transistor, la garganta seca y un terrible picor de piernas, ya digo como todas las mañanas. Me incorporé pensando que lo único que te queda cuando cumples noventa y cinco años es la rutina y un terrible dolor de huesos. Dios que frío está el suelo, la pierna como pica la pierna. Pero me levanto y voy al baño, esta vez no llego a tiempo, me pregunto porque siempre me levanto a las seis de la mañana supongo que es para aprovechar el tiempo, sueño tantas veces conque esta noche si, que ésta será la última, imagino la estúpida mueca que tendrá mi no despertar y me aterra. Me miro al espejo y lo que veo me asquea. La cara preñada de manchas, y los ojos grises y empañados, ya ni siquiera recuerdo de que color eran cuando a la mínima tontería brillantes, lo cierto es que tampoco recuerdo si alguna vez en la vida brillantes, esos horribles ojos, casi ciegos, yo creo que hace mucho que me dejaron y que están muertos, decidieron dejarse morir como lo hicieron hace años mis caderas, mis oídos y mis pulmones, a veces las toses se alargan tanto que vomito y lloro apoyado en el lavabo, pero igual me pasa en el tranvía, en el metro o en la cola de la lavandería y peor, porque entonces noto cómo me miran, y sin querer oigo lo que dicen sus ojos, y de repente todo se vuelve conversación, qué si que mayor, que qué suerte la suya, que deje ya tanta historia y tanta tos, que no se queje, que con un canto en los dientes por poder andar, o leer las calles o comer sólo, pero peor aún son los lunes y sus mañanas, la gente me insinúa con sus gestos, que ya está bien de vivir, que les estoy robando el aire del vagón, que me apeé, que me baje ya, qué ya lleva usted noventa y cinco años, qué a donde vamos a llegar.

La mosquita.

jueves, diciembre 02, 2004

ANTES DE LA ÚLTIMA NOCHE

Se dió cuenta de que no podía vivir sin sexo, y que antes de la última noche, que antes de los gusanos, que antes de todos de negro menos ella, tenía que aprender a mordisquear de mil modos, de saborear con las pestañas, de olisquear los rincones del alma siendo todo ojos y pelo y sábanas y que reír de placer hasta volverse del revés y que el otro completamente loco, y los dos desquiciados o tal vez los tres, o los cuatro o los diez. Que a partir de ahora, un sin fin de trenes, que a Soria, a Pekin, a Paris, que caminar sobre las aguas, que un revolverse contra las algas y después quien sabe si un echarse a volar. Y es que ahora que sabe lo que no sabe, no puede parar.
La mosquita.

miércoles, diciembre 01, 2004

EL VIENTO

Y ayer estuve en mitad de un viento infernal, menos mal, que no sola, conmigo Lilian Gish y el hombre que habita la luna, rodeados de ojos de cine mudo y musiquita en blanco y negro, y es que no hay nada mejor que el murmullo de las sombras y el descorrer de cortinas y en seguida el sentirte vivo, sobre todo si al final aplauso, si al final risas de abrazarse la tripa, si al final el brillo de tal vez mañana y el beso despedida.


La mosquita.

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